lunes, 28 de octubre de 2013

En vuelo inerte.

Las horas se precipitan al final de las esfera del reloj y nadie hace nada.
Quizás la valentía está en observar como muere cada minuto 
sin mover las agujas hacia el lado contrario para ganar al tiempo.
Pero quién se atreve a hacer eso.

A veces pienso que la elección de cómo vivir 
es la simple acción de bajar las escaleras a pie
aunque las mecánicas funcionen.

O meter el abono en la máquina número cuatro del metro 
en vez de en cualquier otro número cardinal.

Que puede que a veces peque de pedante cuando hablo de la vida
pero las hostias que me ha dado
me han dejado una costilla rota
dos lágrimas en las comisuras de los labios
y una sonrisa que revienta cada vez que me besa.

El miedo a enamorarme me mira cada noche por debajo de las sábanas
y tiene sus ojos verdes.
Y quién me dice a mí que debo hacer.

Digo que he dejado de fumar como si no fuese otra excusa más para decir 
que tú 
eres la única nicotina que quiero
y la persona que me está empujando a la muerte prematura.


También me dedico a huir por las calles 
frías
de Madrid
con tres arañazos rodando por mi espalda
y un tonta más rubia que la cerveza

Pero esa es otra historia
que como no duele pensarla
no puedo escribirla.
(pero os quiero igual, pequeñas)

Ahora 
entre tanto humo
solo me atrevo a ser valiente
a parar el reloj a la 1:59
y morderte
suicidarme suciamente
para encontrar el motivo principal
de vivir en plural 
y volar por fin
contigo.

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