jueves, 29 de agosto de 2013

Báilame, cariño.

Sin aliento y sin azúcar.
Quizás sin ropa, quizás a oscuras.

Podemos seguir moviéndonos al compás de unas manos torpes,
o seguir el camino hasta un parque y jugar a ser pequeñas.

No sé, bebernos.
Vivirnos.

Son estos labios los que te buscan cada vez que al sol le da por esconderse
y la luna sale a brillar ante miles de ojos que la miran ansiosa.
Nadie sabe aún, cariño
que esa luna es nuestra.

Me gusta dejarme caer cada noche por las esquinas de este cuerpo, 
para ver si aún encuentro un poco de olor a ti
o tus huellas dactilares clavadas en mis caderas.
Pero no hay suerte.

Sigo aquí, 
esperando a que llegue el día
en que el lado izquierdo de mi cama
vuelva a ser testigo
de cómo te hago el amor con versos
y te beso cada amanecer.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Cobardía en exceso.

Cómo lo hago.
Y qué.
No.

Las manos no responden y quizás sea demasiado pronto para irme a dormir.
Juego.
Nunca creí que iba a perder tanto entre esos hielos rojos.

Qué ha pasado.

Sí, es mi culpa.
Ella lo sabe, 
aunque lo oculte tras lágrimas en una almohada cualquiera de Francia.

Los actos bajo los efectos del calor.
Por qué.

Consumo el error entre palabras que solo son eso,
letras.
(como las del final del cigarro que necesito ahora mismo)

Pequeña, 
lo siento.

No los actos, 
sabes que jamás me arrepiento.

Esos ojos que tanto me miran, 
ahora están irritados.
Cerrados.

Porque las consecuencias me han pillado desnuda de ti,
y oscura de pensamiento.

Prometí consumarnos y no consumirnos,
pero deja que esta situación
se queme
y las cenizas vuelen lejos.



Vuelve, 
que ahora yo me encargo 
de que volvamos a ser
seres únicos.




(Mi valentía a la izquierda,
como tú en mi cama.)