jueves, 31 de julio de 2014

He vuelto.

Como quien vuelve a la zona del crimen después de que limpien toda la sangre.
Como quien se vuelve a descargar la canción que borró por ella.

He vuelto, te juro que he vuelto para volver a irme.
Pero no te preocupes, no me verás.

Llevo escondida más de un mes y me han parecido años.
Encontrarme ha sido como una puñalada en mitad del esternón.
Más bien, como si me arrancasen de cuajo los restos de la caja torácica.

Por suerte, no solo hallé dolor.
Han aparecido manos, unas manos nuevas, libres, con ganas, sin peros.
Y cómo voy a resistirme si son las mías.

He volado tan lejos que ni tu recuerdo ha sido capaz de alcanzarme.
Tengo unas alas nuevas, preciosas. No vengas a cortarlas.

Te he escrito cada día, sin saberlo. 
Moviendo los dedos por todo mi cuerpo imaginando que eras tú.
No pares. No sigas.

Estoy drogada, pero eso ya lo suponías.
Escucho una música que jamás había oído y, sin embargo, todo el mundo está en silencio.

¿Ves?

Me vuelvo a ir. Me disipo.
Y no puedes hacer nada.

martes, 8 de julio de 2014

E.

Ocurrió un sábado.
Era de noche y rezumaba alcohol de cada esquina de la ciudad.
Tenía el mundo en contra y las bragas mojadas.
Era ella, joder. Cómo no iba a correrme solo de pensar en su espalda desnuda.
Disimulé bien las ganas de meterme de lleno entre sus piernas.
La besé. 
Ella decía que no, por favor. Pero sé que quería incluso más que yo.
Hundí mis manos en su pelo y la atraje fuerte hacia mí, conteniendo las ganas de llenarle el cuello de mordiscos y gemidos.
Nos soltamos tan pronto como pudimos.
Y se corrió. Solo que no en sus bragas. Ni en mis dedos.
Fue por los ojos.

Se los besé tan fuerte como pude y, 
después de mirarla fijamente solo se me ocurrió soltar cuatro estúpidas palabras que lo cambiarían todo:

Todo saldrá bien, pequeña.


Nos fuimos de allí 
en cuerpo.
Pero nuestras almas se quedaron follando hasta el amanecer en aquella calle perdida de Madrid.