miércoles, 3 de julio de 2013

Hasta el techo.

Cuando el dolor se queda cogiendo polvo en una esquina, 
y sientes las sonrisas estallar a cualquier hora del día al recordar su nombre.

Ahora entiendes otra vez todas esas absurdas canciones que hablan de amor y distancia, 
de camas separadas y besos en las estaciones.

Y crees que las noches eternas solo lo son cuando no está,
porque a su lado,
las horas son segundos.

Ves a gente de la mano por la calle y solo buscas la suya a tu lado
aún a sabiendas
de que no está
y quedan semanas para verla.

Te das cuenta de que,
por fin,
sí compensa esperar semanas llenas de ojalás.

Lleva días borracha de sus ojos,
sin ganas de nada.
Solo de ella
y de su boca.

Puede que no encuentre más motivación que su voz,
a oscuras,
o con más calor del habitual.

Los veranos solían pesarle en la espalda
y llevaba varias vértebras rotas.
Hasta que sus manos le arañaron
hasta el alma.


Ahora quién es capaz de no quererla.




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