lunes, 1 de julio de 2013

Encuentro eterno.

Una vestía ojeras tras esas gafas negras, 
ella pululaba por la estación sin saber que la miraba.

Se fundieron en temblores,
y entre las manos 
palpitaban las ganas.

La sombra de aquel banco decidió jugar,
mirar
y sentir el primer beso de aquellas desconocidas.

Respiraban incendios, 
se miraban fijamente
y callaban.

Se callaban la una a la otra.


No buscaban sentido, 
tampoco lo necesitaban.

Hicieron del jardín, 
un vestido nuevo.
Remendaron sus costuras con los dedos.

No recuerdo bien cuántas veces mezclaron sus labios, 
solo sé que no podían dejar de hacerlo.

Se despidieron como si jamás se volviesen a ver,
les volvían a temblar las manos
y solo pedían un poco más de tiempo.
Segundos, quizás.



Se encontraron,
las casualidades sucedieron.

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