Que ya no me engañas
yo tampoco insisto.
Lo peor, seguimos jugando.
No recuerdo bien lo que era llegar con ansias de ti
todas las tardes
y ansiar un 'buenos días'
cada mañana.
Tampoco quiero, porque dolerías.
Y eso dejaste de hacerlo cuando corté por lo sano
y decidí cambiar mi forma de verte,
de quererte.
Pero noches como ésta,
la nostalgia me pega un mazazo en el estómago
y empiezo a imaginar
lo que teníamos pendiente,
lo que fuimos
y, sobretodo,
lo que no seremos.
Quién me da la certeza a mí de que fuiste un error
o fue un acierto dejarnos pasar
como el que deja la comida en la olla
hasta que se quema y endurece.
Eso me hiciste,
volverme piedra.
Una pérdida de cabeza, dicen.
Sí, claro que sí.
Pero fuiste musa,
amante
y noches a medias.
Y eso,
por mucho que lo desee a veces
no se puede borrar.
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