domingo, 28 de abril de 2013

Forzando a la única musa que me sangra.

No te atrevas a decir que me quisiste,
que era parte de tu vida y que era indispensable.

No te atrevas a mirarme a la cara y fingir que todo va bien.

Ahora no te vuelvas valiente,

siempre has sido una cobarde.



Mira dónde estamos, después de todo.
¿Qué nos queda?
Un par de noches a medias que nunca estarán sin ellas (válgame la redundancia)
Y poco más, pequeña.

El hecho de caer sin escalera, de subir sin cuerda y de amar sin (co)razón.
No me vale la excusa de que la coraza es un sinónimo.
Lo sabes, cariño.

Que con tus manos, todo se veía más fácil y seguro. Más... soportable.
Ahora lo veo gris, pero supongo que es mejor que el negro al que tus ojos me tenían acostumbrada.

Tenerte delante, mirarte y sentir todo lo que jamás he sentido hacia ti.
Quién me diría a mí que solo durarías seis meses
que, realmente,
 jamás he estado enamorada de este personaje al que yo llamaba sirena.

Puede que todo fuese como estar en coma inducido,

soñando con montañas rusa más altas que tu miedo a mi cintura.
De nada me sirve darle vueltas ya, si pase lo que pase seguirás siendo un recuerdo.
De metal, a veces más maleable de lo que la gente se piensa.


Aún tengo deudas con tus piernas y tu nuca.
Pero serán como todas aquellas promesas que nunca cumpliste, creo.

El tiempo está haciendo un muro entre tu y yo.
Y no me arrepiento de lo que nos está pasando.
Hablando en plural, es nuestra culpa.


Ahora sí que estoy acostumbrada a aumentar la distancia de seguridad
con cada segundo que paso lejos de tu olor.
Y creeme cuando te digo que la sensación está vacía, pero.

Siempre serás el borrador que nunca publicaré,

las veinticuatro medias tintas que mancharon mi espalda de ojalás,
la pequeña duda infinita que me hizo soñar a escondidas,
esa sirena perdida entre mareas, miedos y corazas inquebrantables.













Serás tú,
seré yo.
Pero, reina, nunca más seremos 
nosotras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario