viernes, 11 de enero de 2013

Qué de esquirlas por tus esquinas.

A veces parece que estás hecha de trapo, sucio y desgastado. La clase de tejido que nadie quiere.
Otras, en cambio, pareces de cuero. Tan fría y caliente, todo a la vez.
Muchas te buscan y muy pocas te encuentran. Creo que ni tú sabes dónde estás.

Pero yo sigo creyendo que eres de un metal que mi imán no puede evitar. 
Miento, a ratos sí.

A menudo me pregunto en qué momento te dejé entrar en mis venas. 
Supongo que iría colocada, borracha de tus malditas manos.

Reprogramo mi memoria para que olvide y recuerde a medias y a oscuras.
En el momento justo en el que ni tú me ves, ni yo te miro.

¿Cuándo cedí mis yemas a un ombligo del que no se las coordenadas?
Exactamente en el momento en que cambié el norte por un sur inexplorable.

Me quejo de vicio, dicen. 
Demasiados tengo ya como para dejarme vencer tan fácilmente.

Creo en una rendición sin banderas pero con sábanas de por medio.
Y con frío, casi nieve. Niebla.

Si renuncio al pecado de tu olor no será por ganas de hacerlo.
Ganarías tú y mis ansias a la mierda. 

Muero cada vez que muerdes y no arrancas. 
Como si fueras capaz de contenerte y yo no.

Hay más a tu misma altura, a la de mi cintura. 
Intentando bailar con mis caderas al son de unos latidos que no son los tuyos.
¿Qué hago ahora? ¿Me rindo? ¿Te busco?
Me pierdo.
 
Te pido razones, motivos, casualidades y un par gemidos al oído. Tampoco es mucho,
¿no?







El caso es que sea lo que sea, no es. Fue. 
Y tu eres la única que tiene respuesta para la última pregunta.


¿Será?



No hay comentarios:

Publicar un comentario