miércoles, 9 de enero de 2013

Contra-adicción.

Enero, el peor mes para mi piel.
No sabes cómo los recuerdos me mastican las sonrisas.

Vuelvo a mi ciudad tóxica en busca de respuestas a preguntas que ya olvidé hace años.
La costumbre, imagino.

El viento polar me susurra que no caiga en ese parque lleno de niebla. 
Por mi bien, dice.

Yo solo sé introducir humo en mi boca y soplar fuerte contra cualquier tipo de herida.
Infectando fuerte.

Son número atados a unas muñecas suicidas, sin cabeza ni alma.
Las mías, creo.

Los intentos de estabilidad en tu mar se quedaron en eso, en ganas. 
Y aquí sigo, supongo.

Un imán azulado que pretende salir de éstas mareas de adverbios y drogas.
Junto y revuelto.

Ya no hablo de arcadas, será que vuelven a ser solo mías y con riesgo de putrefacción.
Así mejor.

En busca de unos huesos afilados que me hagan sangrar más que palabras y gemidos.
Buscándo(nos).

Tienes una extraña forma de desatar esta mente llena de inconcluencias, para bien.
O mal, no sé.

¿Qué tipo de distancia debería mantener con esas manos mojadas en calor?
Seguro que jugar a divisar el futuro acabará por apuñalar un presente sin pasado.

A base de errores sigo creyéndome capaz de ser. Sin más. Sobre-vivir(te).


Son acordes, sirena. Lo de tu pelo al viento y mis ojos clavándose en tus labios.
¿Sabías que me cambian de color cada vez que no te encuentran? A triste, a café solo y con hielo.

Alientos en el cuello y mordiscos. ¿Recuerdas? 


Cuando juegas a esconderte en cualquier recoveco, negro y oscuro. Ahí, donde mis dedos no saben encontrarte.
Esa maldita coraza de metal y silencios que se estanca en tus labios.


El comienzo del fin sin principio ni guión. 
El director de esta catarsis se ha quedado sin tinta ni pergamino. Ahora intenta grabarme en sangre los vómitos de letras sin sentido ni ritmo.
Qué sutil.

No hago nada, ya no.
 Pero sigues, continuas, rasgas.





Ya empiezo a desvariar.




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