domingo, 23 de febrero de 2014

Incógnitas comunes.

Te estoy esperando.
Sí, a ti.
A ese trozo de recuerdo que no existe.
A tus ojos, tu boca, tus manos.

Sigo sin saber quién eres.
De dónde sales y hasta dónde vas a llegar.

Quizás solo eres una excusa, un error que debo cometer.
Una ruina que puede llegar a asfixiarme.

Puedes ser una cuerda de guitarra mal afinada, 
o una tecla de piano demasiado desgastada y frágil.

No sé, pero aquí me tienes.
En vela, dejando que el aire me congele todos los poros de la piel,
desesperándote en el alféizar de la ventana sin saber cómo llegarás.

En forma de suspiro en la nuca, un grito desesperado o una fuerte tormenta golpeando los cristales.
Qué eres, cariño.

¿Podrías ser un beso?
Eso estaría bien.
Pero de esos que te dejan con ganas de más, con ropa de menos y las uñas afiladas.

Vuela alguna noche de éstas y susúrrame al oído qué quieres de mí.
Tranquila, que yo me dejo.
Luego, vete.
Rápido.
No dejes más huella que un simple silencio ensordecedor, de esos tan tuyos.


Y, sobretodo, no vuelvas.
Nunca.


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