domingo, 31 de marzo de 2013

Au revoir, mon sirène.

Mi pequeña de las ruinas infinitas. De las dudas.
¿Qué te ha pasado?

Fuiste tan valiente aquella noche al mezclar, de nuevo, mis labios y tus miedos.

"-Prométeme que no te vas a rallar."
(Y ahora quién, eh.)


Cada vez estás más lejos o soy yo la que necesita aire.

Pero dime, cómo voy a quedarme otra vez a romper tus fantasmas
cuando tú misma les das fuerzas y alas para seguir gritando.

Las excusas se han convertido en una rutina destructiva, 
las promesas vuelven a ser mentiras 
y en tu cabeza 
habita
otra.
(No intentes engañarme otra vez.)


Las astillas clavadas en mi pecho se han llenado de veneno, 
he vaciado vasos que llevaban tus recuerdos
y el hielo me ha dado a razón.
(Imán, huye de este mar.)

Me he despedido tantas veces de tus manos al escribirte que ya no me tomo en serio.
Cierro los ojos por inercia, por costumbre.
Porque sí, admito que me acostumbré a tus ladridos y que desimantarme dolería.
(Incapaz siempre.)

La más adictiva de las espirales me tiene ahí, en vilo.
Entre secretos y silencios.
No me salen las palabras para huir de ti, reina.


La sal escuece y no cura.
Esta vez no. 


El verdadero problema está en que te quiero, como persona y personaje.
La necesidad de ti me vuelve a desarmar.
y
caigo
otra
vez.



Esto iba a ser otro adiós, con letras bonitas y puñales directos a la columna vertebral.
Pero ya me conoces, cariño.
Y qué sería de mí y de ti sin la contradicción que tanto nos precede.

Sobretodo, qué sería de nosotras si yo me hubiese rendido en tu primer cambio de humor repentino.
O en la primera mirada directa a los ojos.
Quemando.
Matando.
Qué, eh.

Somos algo bonito, enfermo y eterno.
¿Sabes por qué?
Porque eres
especial
y
mi forma de huir de la realidad.



En el próximo cigarro te olvido un poquito más,
 te lloro un poquito menos y me callo para siempre.

(Y otra vez volvemos al bucle de la contradicción, 
los tic-tac 
y mi forma letal de autodestrucción.)
 


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