sábado, 1 de diciembre de 2012

Vuelven.

Y como si fuese la más adictiva de la droga, caigo.

Sus redes frías me infundan seguridad con fecha de caducidad. Me matan gramo a gramo.

Pero sigo, bebo caliente y duermo en frío. ¿Un por qué? Inseguridad, quizás.

El fuego amenaza con dejarme las cenizas más rotas de lo normal.

Le he dado un nombre propio a esta autodestrucción. El mío.

Las tardes de Noviembre oscurecían un poco el camino hacia mi locura, pero ya no hay más que rayos de luna taladrando mis pupilas.

Mi pecho está abierto, lleno de mariposas de colores que gimen por poder quedarse dentro.

No las rompas, quieren vivir comiendo mis entrañas.

Dejo que lo hagan porque yo sola no puedo.


Me contengo las ganas de gritarte en cada esquina de lo que soy capaz, te miro y me voy.


El cuerpo tirado en un sucio colchón con ansias de tu cuerpo desnudo, a ti te da igual.


Si hablamos de importancia, de concordancia, de besos con olor a vainilla.

Ahora, la piel de gallina.


La tarde se tiñe de gris y palabras en francés. Quizás sea mejor que huir.







He perdido la consciencia, me he vuelto a perder en ellas y no quiero que nadie me salve.


Al menos, no por ahora.

1 comentario:

  1. quizás sea mejor huir. esas mariposas caníbales no pueden ser buenas.

    ResponderEliminar