martes, 18 de diciembre de 2012

Nombre propio II: Sirena.

La inspiración sale como el humo por la boca si te tengo cerca.
Siente la presión de tus labios sobre los míos.
Como hoy, como ayer.

Ay, qué rutina.

Vamos a oscuras por una montaña rusa, descarrilando por sus vías oxidadas.
Cuidado.

Diciembre trastoca mi valentía, mis manos.

Pero son las tuyas las que temblaban aquel día. 
¿Te acuerdas?
En el marco de la puerta.
A medias. Qué bonito.

Casi tanto como tú, imbécil.

Los ojos se pierden y se buscan con fuerza, como el mar en mitad de una tormenta.

Embravecido, a veces, por la falta de palabras y de lunas.

Creas en mí algo indescriptible.

Tus gestos, el olor de tu pelo y tus mejillas.
Los lunares de tus labios y la forma de éstos.
Las manos tranquilas y blancas. Calientes.
Curvas en las que las mías derrapan cada vez que pueden.
La forma que tienes de fruncir el ceño y tu cuello.
Ay, la vainilla.
Lo perfecto de tus piernas infinitas y la forma de caminar aun siendo sirena.
Cuando araño tu espalda. La beso, la muerdo. Lento.
El timbre de tu voz me hace temblar casi tanto como tus dedos.
Y esa lengua que juega, a veces, a mojar mis labios secos.











No sabría describirte,
eres inexplicable.




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