martes, 17 de enero de 2012

No estoy hecha para recordarte.

Y cada día me cercioro más.
Tampoco tengo mucho que escribir, creo que sabes más de lo que jamás podría decirte.

Hoy hace un año que tu vida cambió radicalmente, tanto para bien como para mal.
La mía sigue cambiado, girando y transformándose en metal.

Frío, duro pero moldeable metal.

Sigues intentado sobrevivir, disfrutando de los pequeños placeres que ella te aporta y disimulando.
A veces me pregunto que hubiese sido de mi si jamás nos hubiéramos encontrado ese 17 de septiembre en las vías del tren.
¿Qué hubiese pasado si aquel frío y nublado 17 de enero no me hubieses besado a escondidas del sol?
¿Y si esos baños destartalados de color rojo hubiesen hablado de nuestro amor secreto?


Son preguntas autodestructivas, y me juré a mi misma no volver a llorar por este pasado.
Pero días como hoy es inevitable pensar.






Y ahora, miranos. Reímos, fumamos, lloramos.
Todo por dos caminos distintos, destinados a no encontrarse nunca más.

Puedo asegurarte que eres el beso que jamás olvidaré, el olor que siempre estará impregnado en mi.
Pero como ya sabes, saben y se, esto se acabó hace mucho tiempo.


Pero en alguna parte de ti, y alguna de mi, siempre quedarán:

Calcetines, canciones, colonias, conciertos, ganas, gatos, sábanas, palabras, lágrimas, decepciones, alegrías, noches, perros, LM, LS, incienso, cámaras, hermanos, luces, oscuridad, césped, gente de más, películas, cuñadas, guitarras desafinadas, besos con lágrimas, dolor, duchas, pelo mojado, caricias, orgasmos, sonrisas, locuras.





Pero sobre todo, siempre quedaremos tu y yo, un 17 y una historia de vidas totalmente distintas unidas por una locura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario