domingo, 28 de agosto de 2011

Nuevas caricias, nuevos placeres.

Jamás hubiese imaginado que ella iba a hacer estar tan bien.
Son nuevas formas de complacer, formas de hacerme sentir... bien.

Unos cuantos recuerdos intenta arrebatarme la poca felicidad que voy consiguiendo día a día, pero no podrán conmigo.

Y yo me pregunto... ¿Dónde había estado aquella linda mujer durante toda mi vida?

Apareció una noche, en un callejón de alguna parte de Madrid. Me pregunto la hora, y si necesitaba compañía.

Una persona en sus cabales hubiera huido rápidamente, pero yo me quedé a escucharla.
Tenía una voz tan dulce que me estremecía la piel y sonrojaba mis pómulos, era tan cálida...

Hablamos de amor, desengaños y demás tristezas. Al rato me invit´a tomar una copa a su casa. Acepté sin dudarlo.

Después de mezclar licores entre copas de cristal, ella se encendió un cigarrillo mientras me acariciaba los labios.

Las manos me temblaban, y sólo tenía ganas de besarla. Compartiamos tantísimos sentimientos, tantísimas experiencias...

Una ráfaga de viento, impropia de un mes como agosto, apagó la única vela que alumbraba su pequeño salón.

De repente sentí sus manos alrededor de mi cuello y... me dejé llevar por la pasión.

Los labios se fundieron por las sábanas, las lenguas se sacaron con el calor del roce de nuestros cuerpos.

Y...

Un rayo de sol me despertó, y miré inconscientemente a mi lado para verificar que no era un sueño.
Y efectivamente, allí estaba ella...

Desnuda, con el pelo alborotado y una sonrisa. Recordé todo lo que había pasado y no sabía como reaccionar.
Volví a girarme y fingí estar dormida.
Pocos minutos después sentí sus manos acariciando mi cintura.
Eran unas caricias tan suaves, con tanto cariño...

Me giré y la besé en la boca. Fue uno de los mejores besos de mi vida.

Ella se sorprendió y me dijo al oído:




Esto sólo es el principio, pequeña mía...

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