jueves, 31 de marzo de 2011

Que bajen tus labios y me callen.


Y sigo pensando en ti, pequeña princesa. Quiero darte las gracias por todo, por seguir a mi lado a pesar de mi alto grado de locura. Por las horas enfurruñadas y las risas contagiosas.

Te lo diré otra vez: Eres jodidamente especial, y siempre lo vas a ser.

Anoche, mientras mi princesa me acariciaba el pelo, se me ocurrió una pequeña historia.

Era se que se era, una pequeña a la que llamaban Elena, una enanilla que vivia en un bosquecillo a las afueras de una ciudad.
En esa ciudad, había un principe ansioso de encontrar a una dulce mujer que le robase el corazón.

Una mañana, sobre las siete, el principe fué al bosque a recojer algo de leña, y se encontró con Elena. Ella le esquivaba la mirada y el se acercó y le dijo:
-¿Como os llamais, dulce mujer?
-Me llaman Elena, podeis llamarme a sí, si vos lo deseais.
-Por favor, tuteame.
-De acuerdo... ¿Y que le trae a un principe tan bello como tú a este bosquecillo?
-El frío que hace esta mañana no se quita con mil mantas, a si que he venido a por un poco de leña.

Esa fue la primera conversación entre ambos. Desde ese momento, el principe fue cada dia al bosque, sólo para mirar la espiral de los ojos de su amada.

Pasó el tiempo, y un dia Elena se dió cuenta de que estaba perdidamente enamorada de aquel principe.

Pero, aunque ambos estuviesen enamorados mutuamente, jamás podrían estar juntos.

Ellos lo sabian, y al principio se veian a escondidas, bajo el alba y bajo la luna. Llego un momento en el que ocultarlo ya no era lo mismo, no querian seguir a sí.

Elena, en un acto de frialdad, decidió dejar de ver al principe.

Al principe sintió algo por dentro, como si le desgarrasen fibra a fibra el corazón.

Elena sufrió lo mismo que el, incluso peor.

Decidieron verse una vez más, la última. En esa noche se amaron como nunca y prometieron que, cuando el mundo les dejase unirse como ellos querian, volverian a renacer esos besos.

Y si, un dia cambió todo. El principe fué a buscar a Elena y todo acabó bien. Como los típicos cuentos de niños pequeños.

Pero, ahora cambiad los nombres y el sexo. Poner a Almudena en el papel de Elena y a Nuria en el del principe. Ahora meted eso en nuestra sociedad. Y entendereis el por qué del cuento.

Las cosas no son fáciles para nadie, pero cuando se siente algo tan fuerte, debemos dejar de pensar con la cabeza y pensar un poquillo con el corazón.

Los posos de tu café, tus sábanas pintadas y los calcetines por el suelo. El incienso que exhalamos, las ventanas empañadas y los sonidos que salen de tu guitarra. Las manos unidas, entralazadas por los dedos y la velas derretidas sobre nuestras pieles escarchadas.


2 comentarios: