jueves, 3 de marzo de 2011

Invisibles.

Secretos que amargan cada bocanada de aire y susurran al viento locuras de mi cabeza.
Nadie va a entender esta entrada excepto, a lo mejor, mis pequeñas ciam.
Se repite esa sensación, la misma que con el licor de melón de mi adorada Cielo o el día que Alejo le presento a Claudia en el baño.
Si, es esa puta sensación de necesitar que todo fluya por sí solo y no encerrar más líquidos que desean salir al exterior.
Son las ganas de enjuagarte las pequeñas lágrimas japonesas que nacen en tus ojos y caen hasta rozar tus labios, y un vez allí, tu rozas con tu lengua y sientes ese pequeño escozor.

No pretendo que nadie lo comprenda, no pretendo que nadie lo comparta.
A lo mejor, ni pretendo compartirlo yo.

Sin duda alguna, todo lo que escribo en este blog puede ser mentira, o todo verdad, o pedazos de una cosa y retales de otra.

Reflexiones nocturnas me llevas a preguntarme si realmente yo conozco la verdad.
Y todo me lleva a una respuesta:


Yo conozco mi verdad.



Cielo, eres una gran inspiración.

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