Me pierdo en cada calada de su Marlboro, como una lágrima que cae al mar.
Una simple palabra suya hace temblar todos mis músculos cual gelatina en un plato.
La miro y creo volar, a un lugar sereno, donde sólo existimos ella y yo,
Nuestras manos e infinito tiempo para amarnos.
Pero tal como la miro, ella me mira y no puedo aguantar el sonroje de mis pómulos, ni esa risa tonta que me sale.
No podría describir a esta Diosa de la belleza.
Es, simplemente, indescriptible.
Cada gesto, cada sonrisa...
Querida princesa de cabellos dorados, con rostro lleno de pecas y pequeños ojos marrones, tengo que confesarte algo...
ERES MI AMOR PLATÓNICO!
Como diría uno de tus grupos favoritos:
Ahora me escondo y te observo y te puedo decir:
Yo mataré monstruos por ti, solo tienes que avisar.
"Enciendes un cigarrillo y me quemo en cada calada"
ResponderEliminarLas musas son caprichosas, y por eso mismo ingobernables.
ResponderEliminarY por eso mismo dolorosas, si no las ignoras.
Yo no la ignoro, simplemente ella sabe poco de mi existencia...
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