sábado, 15 de enero de 2011

Cada mañana, sin tí ya no hay sol.

Era mediodia, un mediodia demasiado soleado a pesar de estar en Enero. Corria algo de aire, lo suficiente para que tu pelo se deslizase levemente y me llegara tu dulce aroma.
Andabamos casi pegadas a las vías del tren y sólo temia separarme de tí.
Al sentar enfrente mia, no podia parar de mirarte a los ojos, ¡Qué ojos!
Brillaban como un diamante al sol, como una luciérnaga en plena noche oscura.
Tus pupilas me penetraban hasta el punto de hacer que, aunque cerrase los ojos, siguiera viendo tus iris en mis párpados.
No parabas de hablar y yo no podía articular palabra alguna, me dejabas sin palabras.

Todo terminó en quince minutos...

Pero tranquila, te prometo que volveremos a cojer ese tren.

Y volveré a caer en tus ojos y tus palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario